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Reino Unido (V): La Rosa y la Espada

Un buen plan para echar una mañana completa consiste en plantarse en la zona este y empaparse el Londres medieval. Llegar allí cuesta un buen rato, así que es mejor aprovechar el viaje y verlo todo del tirón. La vuelta al centro, con un poco de paciencia y buenas suelas, puede hacerse andando. Para los flojos terminales, no obstante, es mejor tirar de metro todo el tiempo. La primera parada es la Torre de Londres, hacia la que se puede tomar tanto la línea verde como la amarilla hasta Tower Hill.

William I

William I

La historia medieval de Londres viene a comenzar en la navidad del 1066, con la coronación del normando Guillermo I el Conquistador en la abadía de Westminster Abbey, justo tras su victoria sobre el sajón Harold II en la batalla de Hastings. El Londres mediaval era un laberinto de callejuelas donde se apretujaban casas de madera y tejados de paja, lo que explica bastante bien por qué no se conserva gran cosa de esta época. Además del fuego, las inexistentes condiciones de higiene hacían la ciudad especialmente atractiva para el tercer jinete del Apocalipsis, produciéndose un total de 16 brotes de Peste entre 1348, cuando la peste negra mató a la mitad de la población, y la gran plaga del 1665. La zona rica, donde se alojaban los terratenientes se conocía como el Strand. El resto de la clase alta, como los abogados, se alojaban en Temple y Fleet Street, que tomó su nombre del río Fleet, más conocido como el Holborn -línea roja o azul junto a Tottenham Court-. Este río era por entonces navegable, si bien se cubrió en el siglo XVIII. De acuerdo a un decreto de Ricardo I en 1191, la ciudad la regía un Lord Mayor, equivalente al alcalde, elegido entre los gremios de mercaderes, que para eso controlaban el comercio (7). Para hacerse una idea de hasta qué punto influían los gremios, sólo hay que observar calles como Threadneedle, Bread Street o Milk Street. Todavía puede visitarse la Sala de los Gremios o Guildhall, donde se reunían todos. Evidentemente, Guillermo comenzó por dar a los ciudadanos de Londres, que, a fin de cuentas, movían el dinero, privilegios especiales. No obstante, mostrando buen juicio y visión de futuro, también construyó la Torre de Londres para vigilarlos. El edificio original se erigió sobre el mismo lugar en que el emperador Claudio había erigido una fortaleza, de la cual todavía se ven restos, unos mil años antes. Posteriores reyes fueron añadiendo torres y otras estructuras cual si de un Exin Castillo se tratase hasta llegar a la configuración que se tiene hoy en día. La Torre tiene una forma aproximadamente cuadrada, centrada en la Torre Blanca, y está rodeada por dos filas de muros. El interior o Inner Ward posee trece torrecillas defensivas equiespaciadas, mientras que el externo dispone de seis de estas torres en la cara que da al río más dos torreones en las esquinas noreste y noroeste.

Torre de Londres

Torre de Londres

La Torre inicialmente sirvió de residencia real y de proyecto de zoo. Bastante más adelante, alojaría también las Joyas de la Corona, que datan del 1661, ya que las anteriores las mandó fundir el parlamento para hacer monedas en 1649. La Corona del Estado Imperial ha sido utilizada por casi toda la monarquía británica en sus coronaciones y luce gemas de la mayoría de las épocas, siendo la más antigua el zafiro de Eduardo el Confesor. Otra de estas gemas que nos toca más de cerca es el rubí del Príncipe Negro, supuestamente regalada por Pedro el Cruel de Castilla. Siguiendo con las joyas más representativas, tenemos los pendientes de la reina Isabel, dos perlas, el zafiro Stuart de la corona, la Segunda Estrella de Africa, cortada del diamante Cullinam y hasta un total de más de 3000 perlas, diamantes, zafiros, esmeraldas y rubíes. El cetro real con la cruz está hecho de oro y coronado por la Primera Estrella de Africa, sobre la que se encuentra una amatista con una cruz de diamante y esmeralda. La corona de la reina madre se hizo expresamente para la coronación de la reina Isabel en 1937 y está culminada por el famosísimo diamante Koh-i-noor, la montaña de la luz, en indio. Se cuenta que esta joya está embrujada y sólo trae desgracias a sus poseedores varones, mientras que las mujeres que lo posean dominarán el mundo, lo que hace de agradecer el que su dueña más reciente fuese la reina Isabel y no Margaret Thatcher. Una de las historias más curiosas de estas joyas fue su intento de robo a manos del coronel Thomas Blood. Blood, disfrazado de clérigo, consiguió labrarse la amistad del guardián, Talbot Edwards, que vivía allí con su familia y cuidaba la torre de Martin, donde por aquel entonces se encontraban las joyas. Con la excusa de querer casar a un sobrino con la hija de Edwards, Blood se presentó allí en 1671 con un socio y, mientras esperaban a la futura novia, pidió ver las joyas. En cuanto Edwards abrió la cámara, Blood lo atacó e hirió de gravedad y se escondió la corona, ojo al dato, debajo de la capa en un plan digno del mismísimo Willy E. Coyote. Un orbe fue a parar a los pantalones de su socio mientras él trataba de partir el cetro para hacerlo más fácil de transportar. El robo fue frustrado por el hijo de Edwards, que regresó del extranjero en ese inoportuno momento, y tras una persecución digna de una peli del oeste, los ladrones fueron arrestados. Vivir para ver. Blood consiguió una audiencia con Carlos II y esa misma monarquía que convertiría el divorcio en un arte determinó que, como poco, el hombre había tenido gracia y le otorgó una pensión y promesa de devolverle sus posesiones perdidas en Irlanda, mientras que Edwards fallecía de sus heridas al poco tiempo.


(7) Pueblos como Marbella demuestran que las cosas no han cambiado tanto como cabría esperar.